Berlín ha evolucionado notablemente en el modo de considerarse a sí misma y de presentarse al exterior. Si hay alguna característica distintiva de la mentalidad berlinesa, es la tolerancia. Pionera en muchos aspectos por naturaleza y por necesidad, se alimenta de los cambios de tendencias, circunstancias y gustos, y los procesa convirtiéndolos en el nuevo “Zeitgeist”, que luego exporta al resto del país y del mundo. Intratable y seductora a la vez, con un impulso creativo y joven, Berlín es una ciudad de contrastes fascinantes.
Esto la hace una ciudad diferente dentro de Europa, con enormes fracturas, cicatrices, pero también «espacios» no sólo urbanos, sino también culturales para la experimentación y para que una nueva generación de «creativos» la esté reinventando nuevamente. Porque lo que ha caracterizado Berlín, es justamente que cada momento histórico (desde la época del Imperio, la vanguardia, el fascismo, la guerra, la posguerra dividida y la reunificación) ha querido convertirla en una diferente a la anterior. Estas constantes rupturas han creado una ciudad – laboratorio arquitectónico – con la presencia de todas las diversas posturas del último siglo.
Para nosotros los arquitectos/urbanistas, esta ciudad no es sólo un museo al aire libre de arquitectura, (gran parte de los grandes arquitectos del siglo XX han dejado obras en Berlín), sino que además, es una ciudad de otro tipo, llena de fracturas, collages, y, por ello, permite ilimitadas lecturas e interpretaciones. Esto, aunando a la gran calidad de vida (con sus enormes zonas verdes, lagos, ríos, vida cultural y bajos costos de vida), la han convertido en los últimos 15 años en la ciudad con el mayor número de artistas en el mundo.
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